Recientemente, un amigo me ha contado que ha estado de vacaciones con su pareja y su hijo, y se ha dado cuenta de que se está perdiendo muchos ratos apasionantes con ellos.
Se le pasa por la cabeza que en cuanto se meta en la rutina, de nuevo se le va a olvidar lo que se está perdiendo y teme que llegue un día en el que se pueda ver arrepintiéndose de todo lo que ha dejado escapar, de lo que no ha hecho y debería haber cuidado.
Uno de los aprendizajes más importantes a los que he llegado, es que la sabiduría, la claridad y las lecciones más importantes, vienen en los momentos de ocio. Es cuando la mente está vacía, despierta, y llegamos a sabias conclusiones que incluso acaban con nuestras comeduras de cabeza más perversas en una décima de segundo; ¿te ha pasado alguna vez, que te separas del problema, y de repente das con la solución como por arte de magia?
Porque estas lecciones, no van a venir cuando estamos concentrados en una tarea que requiere mucha atención, o completamente metidos en un procedimiento, en una negociación, actuando intensamente persiguiendo un resultado. En esos momentos nuestra atención está enfocada en un objetivo concreto, con una precisión de un láser, y es lo que único que vamos a encontrar.
Por eso es tan importante respetar frecuentes momentos de ocio: a diario, en vacaciones y los fines de semana. En ellos ocurre lo que le ha pasado a mi amigo: se producen las tomas de conciencia.
Tomar conciencia es abrir la mente y ser capaz de ver todo desde otra perspectiva, más amplia, en la que te miras a ti mismo y tu situación, desde fuera, desde arriba, llegando a otras conclusiones o al menos abriendo la puerta a otras opciones, aunque a priori no lo parezca. Al separarnos de la rutina y de lo habitual, y ganar perspectiva, nos llegan aprendizajes y una amplitud de miras que es imposible percibir cuando estás metido dentro del “bosque”.
El dolor nos obliga a movernos.
Una vez que has caído en la cuenta, conviene hurgar un poco más en ese dolor: analizar las consecuencias de seguir por ese camino, a corto plazo, hoy, el fin de semana, al final del mes, en las próximas vacaciones, tanto como a largo plazo: en un año, 2 años, o incluso dentro de 5 ó 10 años. Te animo a que te pongas en esa temida situación: qué piensas y cómo te sientes con el resultado al que te ha llevado ese comportamiento. Qué te dirías a ti mismo (como por ejemplo en este caso, me he perdido la única infancia de mi hijo, no le he visto crecer) y qué te dirían tus seres queridos (….) Seguramente no te guste nada.
Te planteo este ejercicio, porque sé que es muy efectivo. La razón es que los humanos respondemos muy bien huyendo del dolor, por lo que conviene retratar esa situación dolorosa con todo detalle, haciendo una foto mental, e identificando todos los pensamientos, y sentimientos asociados a ella.
Los sueños son catalizadores del cambio
A continuación, analiza cuáles serían las consecuencias de hacer todo lo contrario: de nuevo a corto plazo, y a largo plazo. Analizar los beneficios, e imaginar la fotografía, a todo color, sintiendo la emoción que esa hipotética solución provocaría. Del mismo modo, piensa y repite en voz alta las palabras que te dirías a ti mismo y las que te dirían tus seres queridos. Estoy segura de que esto te gusta mucho más ¿verdad?. Esto funciona porque los sueños, en beneficio propio y de los seres más queridos, nos inspiran.
Si hemos retratado muy bien ambas situaciones, la situación dolorosa nos va a quemar y va a ser suficiente estímulo para salir de ahí corriendo; también la situación deseada, el sueño a todo color, que va a beneficiar tanto a uno mismo como a las personas más queridas, va a ser un catalizador. Por eso en este punto, busca qué pequeños pasos puedes empezar a dar para cambiarlo: en el día a día, y en el fin de semana. Aunque sean pequeños gestos, son válidos. Aunque sea una breve llamada de teléfono al día que no era habitual, o una conversación de un breve espacio de tiempo, nos sirve. Es más, te recomiendo que sean pequeñas acciones que nos cuesten poco, que la barrera a saltar al principio no sea demasiado alta.
Para ayudarte a cumplirlo, pon una alarma en el teléfono y agéndalo en tu calendario, para hacerlo «sí o sí» con la frecuencia que te has propuesto. Recuerda que cuando lo agendas, lo haces. A la hora de agendarlo, escribe EL OBJETIVO QUE ESTÁS BUSCANDO: disfrutar de mi familia, amar a mi pareja y a mis hijos, o disfrutar de la alegría cada día, y describe de lo que quieres huir. Si lo tienes a la vista, te aseguro que vas a recordar. No se te ocurra confiar en tu memoria para hacerlo, pues aunque tengas una memoria excelente, no interesa en este momento. Hazme caso y escríbelo en tu agenda y en tu teléfono.
Repetir y celebrar, para grabarlo en la mente.
Por último, cada vez que lo hagas, y las sucesivas, recuerda celebrarlo y repítete: estoy dando el primer paso para conseguir X (mi objetivo más deseado) y evitar Y (aquello de lo que huyo con todas mis ganas). Eso te dará garra y empuje suficiente para seguir haciéndolo y convertirlo en un hábito.
Qué, ¿con ganas de terminar con la rutina y empezar a experimentar momentos apasionantes cada día?
¡Confío en que sí!. Esto es un requisito para ser altamente eficiente. ¡Bienvenid@ al club!
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