Ahora que empezamos el año, es el momento en el que muchas personas han decidido empezar a ser nuevas personas, lo que conlleva cambiar hábitos, y uno de los típicos es cuidarse, comer más saludable y empezar a hacer deporte.
EN este contexto, me encanta lo que dice Gandhi:
“Tus creencias se convierten en pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras. Tus palabras se convierten en tus acciones. Tus acciones se convierten en tus hábitos. Tus hábitos se convierten en tus valores. Tus valores se conviertes en tu destino.”
Es decir, para cambiar, hay que desearlo, y crearlo primero en la mente, con nuestros pensamientos, e iniciar acciones en un sentido determinado, distinto a lo que veníamos haciendo habitualmente. Eso de hacer cosas nuevas, nos resulta raro, y por tanto es incómodo. Lo que ocurre cuando repetidamente ejecutamos esta nueva acción, ya deja de convertirse en “nueva”, se transforma en lo habitual, y es entonces cuando se ha instaurado el cambio, el nuevo hábito.
SI hablamos de alimentación, hay infinidad de propuestas en el mercado: desde la macrobiótica, hasta la medicina china, el Ayurveda, la dieta Duncan, la dieta disociada, dieta alcalina, vegetariana, vegana, etc.
Es muy común la frase de “ hacer dieta”, y el significado que para la mayor parte de las personas supone es hacer un sacrificio, durante un tiempo delimitado y con un fin determinado. Cuando esa etapa finaliza, y ya hemos adelgazado lo que queríamos, o hemos pasado el examen médico que nos preocupaba, es muy probable que volvamos a ser y actuar como antes, y entonces nuestro esfuerzo, no se aprovecha todo lo que sería posible.
Este resultado es adecuado, y hasta nos felicitamos por haber sido capaces de conseguirlo. Pero lo que yo te propongo es ir un poco más allá: un cambio definitivo, transformarte realmente en una persona nueva. Un destino nuevo, como dice Gandhi.
Te propongo dejar atrás a tu “yo viejo” que comía de una determinada manera y con unas características y vitalidad específicas, y convertirte en una persona renovada, tu “nuevo yo” con el aspecto que tu has elegido y con una vibrante vitalidad, que te permitirá otros resultados distintos en los demás áreas de la vida.
Además, que no sea solo un tema meramente físico, sino un cambio interior, en el que además de soltar kilos y grasa, soltamos otras «cosas» que ya no nos sirven.
Entonces ya no es un régimen o una dieta, con la connotación restrictiva que lleva esa palabra, sino que es una nueva forma de vida, de entender la alimentación, la comida, y la vida.
Para hacer ese tránsito, hace falta cumplir algunos requisitos:
- Ha de ser fácil llevarlo a cabo en el día a día, y que si no te gusta cocinar ni pasar demasiado tiempo en la cocina, o planificando menús semanales, que no haya que invertir mucho tiempo. Para la mayoría de las personas, con el ritmo de vida actual, si para comer saludable, eso le supone pasar muchas horas pendiente de este asunto, va a ser la clave a la hora de fallar en el intento.
- Ha de ser fácil de mantener en el tiempo: es decir, si vas a comer o cenar fuera de casa a menudo, o en tu vida hay mucha vida social con amigos o familia o por trabajo a restaurantes, no debe ser demasiado complicado adaptarse a ello, ni te ha de obligar a dar demasiadas explicaciones. A la larga, si es difícil, todo eso crea muchas tensiones, e implica que la única forma de mantenerlo sea a base de una fuerza de voluntad y una dosis de paciencia muy grandes que no siempre estarán disponibles.
- Han de verse resultados relativamente rápidos, ya que eso nos anima, y nos da aliento y fuerza para seguir adelante y convencernos de que lo que estamos haciendo va por el buen camino.
- Ha de haber una toma de conciencia, un «click» interior en el que no solo ves objetivamente en la báscula y en el espejo tu cambio físico. Es un paso más allá: sientes el cambio en cada una de las células de tu cuerpo. Este cambio es subconsciente, y si te preguntan si volverías a ser la misma persona de antes, comiendo lo mismo que antes es como si a gritos tu mente te dijera: “de ninguna manera”.
- Ha de ser buena para la salud, por lo que conviene asesorarse con un médico o con un profesional con formación y experiencia que nos dé confianza, y sin descartar hacerse pruebas médicas para controlar que todo va bien. Si estamos despiertos y somos conscientes de los cambios en nuestro propio cuerpo, éste nos avisará y nos confirmará que vamos por el buen camino.
Todo esto que te planteo no es difícil. Como muchos hábitos, es posible conseguirlo en un plazo de 21 ó 30 días. Porque los cambios no tienen por qué ser lentos ni paulatinos. Hay veces que los cambios ocurren en un instante. ¿Te animas?.