Quizá te encuentres con mucho agobio, con un montón de tareas por hacer. Algunas muy difíciles que no consigues sacar adelante por mucho que lo intentas. Incluso procrastinando, día tras día, semana tan semana.
Lo peor es que si sigues así y no pones solución vas a acabar quemado, con el síndrome del «burnout» del que ya hemos hablado. Y estas consecuencias no te las deseo.
Tienes otras dos soluciones: la primera, dejarlo todo, abandonar y desconectar, lo cuál no te recomiendo porque te vas a arrepentir el resto de tu vida. Hay una mucho más fácil, que además te va a enriquecer como persona y como profesional: pide ayuda y cuenta con el apoyo de otros.
Lo que nos pasa es que llegamos a la edad adulta y nos cuesta seguir haciendo lo que hacíamos en la infancia. Eso que nos permitió convertirnos en lo fuertes y autosuficientes que somos hoy. Nos hemos olvidado de que, había personas que nos iban a levantar cada vez que nos tropezábamos, o nos encontrábamos en dificultades.
Desarrollamos creencias de que somos especiales y más capaces que los demás. Incluso que podemos seguir adelante sin ciertas necesidades básicas satisfechas. Y la ciencia y en concreto Maslow, ya lo ha confirmado hace décadas: cualquier persona necesita, entre otras cosas de los demás, para estar bien y crecer.
¿Por qué pedir ayuda? La realidad es que tenemos la necesidad de sentir que pertenecemos a una comunidad, que estamos en conexión física y emocional para liberar una serie de hormonas que permiten nuestro bienestar.
Es decir: es nuestra biología. Estamos hechos así, es nuestra naturaleza que ha funcionado durante miles de años y lo más inteligente es entenderla y sacarla el máximo partido. De hecho, este contacto, apoyo y ayuda es necesario para el correcto desarrollo y crecimiento de los niños.
¿Cuándo pedir ayuda?
Yo te sugiero que no te hagas esperar demasiado. Determina tu regla interna que vas a empezar a partir de ahora automáticamente, sin pensarlo. Se trata de evitar llegar a las consecuencias de las que hablábamos antes.
Por si te sirve, te cuento la mía: me doy 3 intentos. Y si a la tercera no me sale bien, entonces pido ayuda.
¿Cómo pedir ayuda?
Yo te voy a dar 3 recomendaciones.
En primer lugar, para de una santa vez. Deja de correr y permítete
mirar con perspectiva
Haz el favor de sentarte y dejar a un lado a esta persona que está desbordada y que en ese estado es incapaz de pensar con claridad. Obsérvate desde lejos, desde arriba. Contempla la situación en la que estás como si fueras alguien que tiene la solución, como si fueras un consultor, un experto.
Eso sí, permítete ser vulnerable y reconocer tu debilidad. También, todo lo que has intentado, lo que ha fallado y no ha salido como debería salir.
No pasa nada. Eres humano y no tienes que saberlo todo ni ser capaz de hacer todo. Solamente desde el reconocimiento de lo que has de aprender, es de donde surge la inspiración para convertirte en tu mejor versión.
Dicen que los mejores líderes no son aquellos que lo saben hacer todo, sino que son los que conocen a los que lo saben hacer de la mejor manera.
Por supuesto que hay muchas cosas que has hecho bien y eso te ha de animar a seguir adelante, pero es el momento de poner fin a esta situación de una vez por todas.
Por eso, reconoce las personas que ya están cerca de ti que cumplen esos requisitos y acércate a ellas para pedirles su ayuda.
Y si no te sientes bien expresando la palabra ayuda, no pasa nada: pide colaboración. Suena muy profesional y aquél al que se lo solicites le vas a hacer sentir muy bien. Por eso te va a atender de muy buenas ganas.
La realidad es que te vas a sorprender de la respuesta de los demás, porque estamos diseñados para ayudar. En el momento en que levantes la mano, vas a ver la gran cantidad de personas que acuden a ti. Y te vas a arrepentir de haber tardado tanto.
En segundo lugar,
delega
Ya está bien de ser Superman o Superwoman. Es agotador. Te confieso que yo he pasado por aquí y el día que te quitas el disfraz es un gran alivio.
Identifica las cosas que son necesarias que tienes que hacer tú sí o sí, porque son claves para tu negocio o para tu vida y déjalas para ti.
A veces ocurre que son demasiadas y que requieren cierta velocidad, que es lo que marca el mercado o las circunstancias.
Entonces, delega en dos pasos: primero, aquello que has de empezar a hacer a toda velocidad, déjaselo a alguien mientras aprendes en el proceso. Ve midiendo resultados y no lo dejes todo en sus manos, porque recuerda que es algo clave en tu negocio y de estos aspectos no has de perder el control.
Y en segundo lugar, todo lo demás, delégalo. Encuentra las tareas más repetitivas, que ya vienes haciendo desde hace mucho tiempo y encárgaselo a alguien. Supervisa el resultado a menudo, con un criterio establecido, para cerciorarte de que se están cumpliendo los estándares que tú diseñaste.
Esto tiene una ventaja: vas a desarrollar habilidades de gerente, de manager, que te van a ser muy útiles el resto de tu vida.
Recuerda que siempre hay alguien que le encanta hacer lo que a ti no te gusta tanto, e incluso que es mejor que tú.
Y por último,
pregunta a personas a las que admiras
Busca a los que son más exitosos que tú que seguro que te van a aportar muchísimo.
Y seguro que a tu alrededor hay alguien que ha salido adelante de una quiebra, de una situación laboral o personal muy difícil o incluso de una enfermedad.
Y en vez de mirarles con envidia, inspírate en ellos e incluso hazles preguntas. Aprende cómo piensan, como actúan en esos momentos críticos y mira a ver si esa experiencia es aplicable en tu caso y de qué manera.
Un paso más allá de este aspecto es el siguiente:
Recurre a un mentor
Como siempre te digo, siempre hay alguien que ha pasado infinitas veces por donde tú quieres pasar por primera vez. Y contar con la experiencia de esta persona te va a ahorrar esfuerzo, tiempo y dinero, y por supuesto mucho sufrimiento.
Porque al principio los aprendizajes son difíciles y disfrutar de ellos también cuesta. A nadie le gusta sentirse torpe de repente cuando ha sido un experto en otras muchos áreas o situaciones. Tampoco es divertido ver cómo una vez tras otra lo que intentas te sale mal.
Por eso, acelerar el aprendizaje es un verdadero lujo.
Esa es la razón por la que siempre he recurrido a mentores. Porque me encanta crecer y aprender y como lo estoy haciendo continuamente, me he dado cuenta de todo lo que gano cuando voy de la mano de alguien.
Si te interesa que yo sea tu mentora, ponte en contacto conmigo, porque tengo programas para ello y estaría encantada de ampliar esta comunidad.
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