¿Te pasa a menudo con alguna persona, que cada vez que interaccionas con ella, te quedas sin energía, cansado incluso con dolor de cabeza? ¿Sientes que te toca mucho, más de lo que te gustaría, y parece que al relacionarte con ella, te vuelves con una carga extra?
Quizá esa persona es un compañero de trabajo, y tú le has puesto el calificativo de “pesado”, o a lo mejor es alguien de tu familia, que simplemente te saca de tus casillas en numerosas ocasiones.
Otra opción es alguien con quién te topas, en la cafetería, o en el supermercado y no le conoces de nada, y resulta que es desagradable contigo en la forma de dirigirse a ti.
Cuando alguien nos ofende, está mostrando una cara de nosotros mismos que no nos gusta.
En algunos casos, a estas personas se las llama tóxicas, y créeme que no me parece acertado ese calificativo, pues estoy segura de que en algún momento de tu vida, tú también has sido tóxico. Es más, ¿estás seguro de que en la actualidad tú no te estás comportando así en ningún ámbito? Hazte esta pregunta ahora mismo, y observa si tú últimamente has entrado en modo queja, o has sido algo impulsivo o maleducado con alguien.
Vale, y si no lo has sido, y te has comportado perfectamente con todo el mundo, o esto no te pasa nunca, te voy a dar mi primera recomendación; y es que demuestres tu humanidad, y seas asertivo y paciente; que seas capaz de ponerte por un momento en su piel. Porque estoy convencida de que muchas veces, desconocemos las dificultades con las que está lidiando esta persona. Es probable que no haya descansado bien esta noche, o que esté pasando por un momento estresante en algún ámbito de su vida, y tenga algún familiar enfermo. O quizá es todo lo contrario, y está demasiado tranquilo y el que lleva un ritmo estresante eres tú.
Porque en estos casos hay que estar muy atentos al intento del ego de tomar el control, y que nos haga sentir que somos intelectualmente superiores, o «más evolucionados». Haciendo eso, nos vamos a aislar del resto de las personas, y hasta es probable que sintamos que “no nos entienden”. Eso no es para nada bueno para ti. Estar aislado, y desconectado de los demás, te va a hacer sentir muy mal, pues somos sociales por naturaleza y eso va en contra de ello.
En cambio si eres asertivo, y te abres a otras posibilidades, sobre lo que le ha ocurrido, y te das cuenta de que aunque te hable así no está en contra de ti, o cuando entiendes que todos lo estamos haciendo de la mejor manera lo que somos capaces, o cuando aceptas con compasión que todos somos vulnerables, sólo entonces, estás empezando a demostrar habilidades de verdad para ejercer influencia sobre los demás, para ayudarles, para servirles, y para hacerles pensar de otra manera que les va a ayudar a crecer.
Para influir positivamente en otros, ayúdales, sin cargar con sus mochilas.
En segundo lugar, ten en cuenta que esto que hemos visto antes, no significa que tengas que cargar con el peso de nadie. Está la opción de ayudar, ser compasivo, sin necesidad de llevarnos los problemas de nadie. No somos nosotros responsables de los comportamientos de otros, ya que cada uno lo es de su respuesta ante todo lo que ocurre. Es más, comportándonos así estamos cometiendo un doble fallo: por un lado nos hacemos daño a nosotros mismos cargándonos con algo que no depende de nosotros; mi máxima es que está muy bien ayudar, siempre que no nos perjudiquemos a nosotros en el proceso.
Y por otro lado, le estamos quitando a la otra persona todo su poder, al despojarle de la independencia de la que goza para ser, hacer y sentir lo que libremente elija. Y tú no vas ser capaz cargar con el peso de demasiados a la vez: ¡eso te puede hundir!
Muchos de los problemas con los demás, es por un fallo en la comunicación.
En tercer lugar, muchas veces las personas no tienen claro qué es lo que tienen que hacer, lo que quieren, o lo que necesitan. Y tampoco lo que tú esperas de ellos. En muchos casos, lo que hay detrás es un fallo en la comunicación, y eso es lo que nos están mostrando. Con su comportamiento que nos saca de quicio, esa persona nos está diciendo a gritos que no hemos transmitido con precisión qué es lo que esperamos de ellos. Y tampoco qué es lo que esperamos de nosotros y de nuestro entorno, de nuestra empresa o de nuestra familia. Es decir, es una llamada de atención para que mejoremos en nuestras capacidades y habilidades en la comunicación y en la influencia.
En otras ocasiones, lo que ocurre es que carecen de las habilidades o los conocimientos para hacer lo que se les ha encomendado. Y esto es muy humano, pues nadie, y yo me incluyo, hace todo perfecto en todas las áreas de la vida y de la profesión. Por eso, hay que ser coherente, y medir a los demás con los mismos criterios que usamos para nosotros mismos. Y si carece de ciertas habilidades, lo mejor será ayudarles para que las consiga. Porque al mismo ritmo que ayudamos a los demás, nos estaremos ayudando a nosotros: es precioso el servir a alguien para que llegue a ser más. Ya lo decían muchos maestros de la antigüedad, que la mejor manera de ser ayudado, es ayudar a otros.
Y en último lugar, te animo a que aumentes tu nivel de conciencia en tus relaciones, continuamente. Que intentes entender siempre lo que te ocurre desde distintas perspectivas, y seas abierto en las interpretaciones. No te dejes llevar por los impulsos y reacciones automáticas a lo que ocurre, sino que emitas respuestas meditadas y pensadas. Porque muchas veces te crees muy listo con tu reacción a una respuesta de otro. Y lo que ocurre normalmente es que cuando reaccionamos, lo hacemos en piloto automático, y lo que sale a relucir son nuestra inseguridades, y el modo defensivo innato que nos hace sentirnos atacados. Y ya no estamos en la edad de piedra. La humanidad está en otro nivel. En el fondo, todo el mundo quiere ser entendido, amado y aceptado, y es lo que hay detrás de todos los comportamientos, incluso del nuestro propio.
Este es un requisito de las personas altamente eficientes, por lo que cuéntame qué ocurre cuando te pones en marcha con lo que comento arriba, ¿vale?