Está muy de moda y cada vez se hace más habitual mencionar la palabra “fluir”. Es una suerte que Mihaly Csikszentmih (vaya nombrecito), escribiera ese libro, porque realmente ha puesto palabras a algo que ya se existía y que no se identificaba como tal.
Cuando fluyes, tu mente funciona a un nivel de eficiencia tal, que todo va bien, que parece que no cuesta y te sientes vivo y completamente atento a lo que estás haciendo.
Si lo has experimentado alguna vez, lo que ocurre es que mientras te concentras en una tarea te sientes eufórico. Parece ser que la sensación es afín a una situación tan extravagante como la que puedes conseguir tomando drogas, similar al éxtasis del deportista.
Algunos experimentos sugieren que va acompañada de un estado alterado de conciencia, lo que conlleva distorsión temporal, es decir, se pierde la noción del tiempo y se alteran las sensaciones y las percepciones sensoriales. Para algunos es algo habitual cuando escuchan una determinada música, cuando leen poesía u observan una pintura, que incluso les lleva al éxtasis.
Como norma general se consigue cuando el nivel de dificultad está en el punto justo en el que es ligeramente superior a lo habitual, porque si la dificultad es extrema entra la ansiedad mientras que si apenas hay dificultad, aparece el aburrimiento.
Además ayuda que la persona haya desarrollado un control mental que le permita dirigir sus pensamientos y sus sentimientos y los clasifique acorde a la consecución de sus metas. Por eso, es similar a la meditación, que mediante el enfoque de la atención, produce relajación y un aumento de la vitalidad.
También ayuda que la persona sea capaz de cambiar su enfoque ante las adversidades que le ocurren en la vida y que sea capaz de dejar de verlas como amenazas y que por el contrario, las considere como oportunidades para la acción.
Todo lo que alguien ha conseguido antes, tú también eres capaz si sabes cómo
A continuación te voy a dar las recetas para entrar en flujo.
En primer lugar, determina tus metas. Cuando lo haces estás reconociendo los desafíos y eso quitará de en medio el aburrimiento. Eso sí, vigila que las metas se puedan conseguir en un plazo y forma razonable, que no sea demasiado difícil de cumplir, porque si hay ansiedad no hay flujo.
Utiliza tus cinco sentidos en todo lo que haces
En segundo lugar, involúcrate totalmente en lo que haces: estate presente completamente y pon la atención y la intención en el proceso. Además, confía en que vas a ser capaz de resolver lo que se te ponga por delante.
Para hacerlo más fácil, aplica el feedback constantemente para ver si hay que corregir, si estás consiguiendo lo que te habías planteado. Así tomarás acción al primer error y estarás concentrado en introducir la mejora constante.
A continuación, presta atención a lo que está sucediendo, tanto en tu tarea, como en ti y en tu entorno. Se trata de ir adaptándose a lo que ocurre en el exterior. Por ejemplo, si tu objetivo es sacar el máximo beneficio de una reunión social, te acerarás a las personas que crees que te pueden aportar. En el momento en que percibas que no hay interés por su parte, será conveniente cambiar de interlocutor y no forzar.
La calidad de tu vida depende de la historia que te cuentas
Y por último, aprende a disfrutar de la experiencia. Para ello es fundamental aprender a cambiar el significado que le damos a las cosas. Esto es algo que aprendí de Tony Robbins. Porque lo que para uno es una tragedia, para otro es un milagro. Es la interpretación de los hechos lo que nos hace percibirlos como hostiles o como una ayuda.
Fíjate que al hacer esto, estarás desarrollando además tu creatividad, al aprender a pensar de una forma completamente nueva. También estarás creando armonía en tu manera de pensar y actuar, que es la esencia del flujo.
Ójala te parezca interesante esta forma afrontar los desafíos. Tiene la ventaja de que aumentará tu energía, tu vitalidad y por tanto ganarás salud y productividad mientras trabajas.