Como me habrás oído decir en alguna ocasión, cada acción que inicies o dejes de hacer, cada decisión que tomes cada día, te llevará a la ganancia o la pérdida de energía. Por eso, cada momento es fundamental para cargar o descargar tu nivel energético.
La energía se construye a diario y por el contrario a lo que puedas pensar, no es posible levantarte un día y de repente sentir un nivel energético increíble de manera consistente, si nunca antes te has preocupado por ello.
Por eso hay muchos hábitos que hay que cuidar y en concreto te voy a hablar hoy de cómo es posible conseguir que las conversaciones con los demás nos ayuden a cargarnos.
Es algo muy habitual en nuestra cultura que en los grupos sociales se hable habitualmente de los demás. En mi caso esto lo viví en mi infancia. No sé si era el colegio o la ciudad donde vivía, pero era algo muy típico. Había muchas personas que les encantaba hablar de los demás. Y lo que normalmente se mencionaba eran sus defectos y los errores que habían cometido.
Las culturas favorecen costumbres a las que es posible renunciar
Aunque por aquella época yo no era muy consciente, sí que me di cuenta de que no me gustaba nada esa costumbre y poco a poco me fui rodeando de gente que no lo practicaba. Hoy en día, es algo que detecto muy fácilmente y en cuanto algo me “huele” a ese hábito, corto la conversación rápidamente y si es necesario a veces hasta salgo «disimuladamente disparada». Te parecerá algo radical, pero te voy a dar una serie de argumentos que he aprendido y que quizá te animen a ti a hacer lo mismo:
Cuando hablas habitualmente de otros, te rodeas de personas a las que también les gusta ese tipo de conversaciones. Y no te digo que pierdas el espíritu crítico; no me refiero a eso. Quiero decir que por desgracia lo habitual en estos casos es hablar con algo más que tono crítico, de las “carencias o debilidades “ de los demás. Esto tiene varias consecuencias.
Sé un ejemplo de lo que quieras ver en otros
La primera es que si alguien habla mal de otra persona a sus espaldas, es probable que sea su hábito y ocurra que en cuanto tú te des la vuelta, también hablarán así de ti. Por eso, estás sacrificando tu tiempo renunciando a una relación sincera con otras personas que sean valientes, que se atrevan a hablarte a la cara de lo que ellas consideran un error, para ayudarte a mejorar.
Precisamente ayer, escuché la siguiente reflexión que me encantó: rodéate de personas que te critiquen a la cara y te halaguen a la espalda. ¡Yo me apunto a que la gente de mi entorno sea así! ¿Y tú?
Además, me habrás oído decir antes que aquello en lo que te enfocas, crece y por tanto, al estar observando características que no son admirables de otros, estás generando un marco para que esas cualidades crezcan también en ti y tu entorno.
Un ejemplo fácil sobre cómo el enfoque puede determinar el resultado es el siguiente: imagínate que en el cole el profesor te dice que tu hijo es torpe. Supongamos dos cosas: el niño no está delante y tú te crees a pies juntillas lo que dice el profesor. Aunque el niño no sea torpe, (puede ocurrir que el análisis del profesor haya sido incorrecto), tú empezarás a tratarle como si realmente lo fuera.
De esta manera estás condicionando con tu creencia el comportamiento del niño, haciendo cosas por él que no harías si fuera hábil o negándole determinadas actividades que son incompatibles con esa torpeza. Obviamente, a largo plazo, el niño se convertirá en alguien más torpe que lo que hubiera llegado a ser si hubieran dicho de él que era un niño ágil.
En cambio,si nos revelamos a ello y nos enfocamos con amor en la virtudes del niño, será posible que éste desarrolle su verdadero potencial. Este es el ejemplo del pianista Hikari Oé que a pesar de nacer con una malformación en el cerebro y ser considerado autista en su infancia, por la postura de sus padres, que miraron siempre las bondades y virtudes del niño, consiguieron que se convirtiera en uno de los autores de música clásica contemporánea más vendidos en el mundo.
Aquéllo a lo que das tu atención, se expande y te ocupa
Cuando hablas de otros, estás dejando de hablar de tu futuro, de tus sueños o de cosas que has aprendido. Estás invirtiendo tu energía , tu tiempo y tu atención en algo que no es expansivo y por lo tanto estás desperdiciando oportunidades para crecer y mejorar. Con la cantidad de libros, historias y personas interesantísimas que hay por ahí, ¿qué necesidad hay de parase a escuchar continuamente errores y debilidades de los demás?
Por último, cuando hablas de los errores de otros, estarás creando un lazo emocional con ese aspecto de esa persona: en ese instante, empezarás a vibrar en la emoción que ese error te hace sentir y por un momento, te estarás convirtiendo en ello. La prueba la tienes en que si eres una persona acostumbrada a escuchar a tu cuerpo, te sentirás mal y notarás alguna tensión al mismo tiempo que te invadie la ira, la rabia, la envidia o alguna de esas emociones más parecidas al miedo que al amor.
Por eso mi consejo es que evites las conversaciones recurrentes criticando los errores y debilidades de los otros, y por el contrario, que desarrolles el hábito de mirar las bondades, las fortalezas de los demás, para aprender de ellos e incorporarlos en ti.
Este es un requisito para influenciar positivamente a tu entorno, a tus seres queridos, a tus socios y compañeros de trabajo, para que tus relaciones sean más enriquecedoras y aumente tu energía en tus relaciones con los demás. ¿Te animas a aplicarlo?
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